La Bella Durmiente estaba a punto de pedir ayuda cuando un destello enceguecedor de luz violeta inundó el bosque.
La reina gritó y cayó al suelo, cubriéndose el rostro por un segundo.
Olió humo, se puso de pie y miró a su alrededor.
El bosque entero estaba en llamas y cada árbol se había convertido en una rueca.
Ya no podía negarlo; el mayor temor del reino se había hecho realidad.
“La Hechicera”, susurró la Bella Durmiente para sí misma. “Ha regresado”.