Faruk recorre el camino.
No recuerda desde cuándo ni tampoco sabe bien por qué.
A veces, el camino le brinda alimento y abrigo: él los acepta agradecido.
Pero un día en que el hambre se vuelve intolerable, Faruk se detiene en una ciudad igual a cualquier otra.
Allí reina un hombre que, encerrado en una torre, controla el destino de un pueblo oprimido.
Camino y torre; mar y cielo: todos somos el reflejo de un otro. Incluso, a veces, de nuestro propio enemigo.
Convivencia, Dictadura y derechos humanos, Identidad, Justicia, Libertad, Solidaridad